CIENCIA, FILOSOFÍA Y RELIGIÓN




Según se dice, la ciencia, la filosofía y la religión son caminos por medio de los cuales el hombre busca conocer el origen de su existencia. Darse una explicación del por qué de las cosas que acontecen a su alrededor y –sobre todo esto-, sentir que por cualquiera de estas vías puede, ante lo fugaz de su vida material, aspirar a un chispazo de trascendente eternidad.


Pero si analizamos un poco más a detalle esta manía humana por saberlo todo, podemos remitirnos al enorme miedo del hombre ante lo que no conoce. Precisa éste darle una explicación –física o metafísica- a los hechos, sintiendo orgullo de su propios logros, envaneciéndose en muchos casos, de los misterios que apenas va develando.

La experiencia de la historia nos demuestra paulatinamente que a pesar de las muchas concepciones que el hombre se ha planteado en diferentes materias, mientras más conoce, más conciencia adquiere de lo muchísimo que ignora. Peor aún, conocedor de esa ignorancia, tiene las torpes agallas de entablar guerras por hacer prevalecer su pequeña y minúscula verdad.

Veamos sin parcialidades fanáticas estos tres caminos del saber. La ciencia ha venido –arrogante y fría- a aniquilar dioses, desterrar creencias y ofrecernos soluciones propias del hombre “moderno”. Suele ver como “relativas” todas las cosas y aunque dice que los dogmas no existen, se dogmatiza a sí misma al plantear que “todo aquello que no pasa por el método científico, simplemente no existe”.

La filosofía, en cambio, se ha avejentado y adquirido el aire rancio del que solamente habla mil palabras enredadas y difíciles. Se ha alejado ya de ese amor al conocimiento que simplificaba las verdades eternas y las ponía en constante práctica. El filósofo en estos tiempos tiende a ser mal visto, como un ente raro y acomplejado que vive en su mundillo, que pasa por la vida sin oficio ni beneficio, muchas veces mirando por sobre el hombro al resto, considerándolos inferiores a él.



Si hablamos de los sistemas religiosos, mucho no hay qué explicar. Lo que significa una idea pura en sus inicios, suele transformarse –por el afán de dominación humana- en excusa para torturas, maltratos y subyugación de las masas temerosas e incultas. Como razón para debatir inacabablemente sobre puntos tan innecesarios como absurdos. Recuérdese por ejemplo ese concilio ecuménico en el que el tema de vital importancia era “si los ángeles tenían plumas o no…”

Habiendo visto el extremo negativo de lo que han llegado a ser estas 3 vías del conocimiento, entendamos que aunque sus consecuencias –en el avanzar de la humanidad- son terribles, parten de la voluntad inocente del hombre de acercarse a una conexión con lo que considera eterno, trascendente e inmortal.

Se cree que el nuevo tiempo que vivimos abre puertas antes desconocidas, para que luego de mucho enfrentamiento, estas tres rutas de sabiduría puedan llegar a brillar individualmente sin anular una a la otra, para encontrar puntos en común que conviertan las discrepancias en consensos que den la luz que el mundo precisa. ¿Será posible esta realidad?

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