Miro por la ventana de este cuarto estrecho, apenas garua y hace frío. Entonces vuelvo a mi cama y me cubro. No espero nada, tal vez la muerte, aunque mucha diferencia no hay: hace años que para los demás y para mí dejé de existir. A veces me visita mi madre y de vez en cuando algunos amigos, aunque hace meses que no se aparecen. Supongo que algunos ya se habrán cansado al verme tan ensimismado y ausente y sentirán que no tiene sentido estar o tratar de conversar con una piedra, porque eso soy, lo soy desde hace años, desde hace mucho.
Por ahí viene siempre puntual el enfermero, que me inyecta esa medicina que me pone tonto, lento, pero que para el médico es mi “medicina”. No sé que sentido tiene tratar de curar o suministrar drogas a alguien que “no tiene esperanzas” como le dijeran a mi madre hace años.
Pero todo eso lo sabes bien, lo sabes porque me conoces y me haces preguntas mediante una carta y yo te respondo de la misma forma. ¿Mi vida? Preguntas por mi vida, y yo no estoy seguro de que responderte, porque cuando era un niño fui feliz y la vida para mi era jugar y reír. Ahora no sé ¿una piedra está viva?
Allá afuera ha parado de garuar y el frío, más intenso, entra por mi ventana. Es curioso, yo ya no albergo sentimientos, ningún sentimiento intenso, como el amor o el odio, pero a veces, me embarga no sé qué clase de emoción, pequeña, pero fija y la provoca el frío; algo muy parecido a la melancolía… ¿me entiendes?
No sé, se me ha dado por pensar, recordar al escribirte esta carta. Recuerdo, por ejemplo, la lluvia y los barquitos que hacíamos con la hojas de los eucaliptos. A veces reías, te animabas y saltabas sobre los charcos. A veces yo también lo hacía. A veces, o casi siempre, llegábamos sucios a la casa, nos bañaban y nos cambiábamos de ropa. Mi madre es una mujer excepcional, en su corazón no hay lugar para el odio o el egoísmo, porque ella es la bondad y el desinterés. Es quien más me visita, muchas veces la única. Pero creo que debo aclararte algo, ya no me siento culpable, me refiero a que ella cargue con migo, sólo siento un poco de pena. Sé que es lo único que tengo y sé que algún día morirá.
En fin, te hablaba del frío y lo que me provoca. Es distinto el frío de este lugar, el clima es húmedo. A veces veo a la gente caminar entre la neblina, cabizbaja, retraída. Pensando, quizás, en llegar temprano al trabajo o descansar. Quizás en el amor. Pero no sé porque se me da la idea de que piensan en lo hueca que es la vida, aunque no se den cuenta, aunque no sepan qué es la vida.
También preguntas si estoy más tranquilo, si es que he llegado a ser feliz. Pues no sé que responderte, en realidad no se me ocurre ninguna respuesta. Pero te diría que todas las mañanas me levantan a las 7 am y me piden que me bañe y yo lo hago. A la hora del almuerzo converso con algunos internos. Después a eso de las 4 de la tarde salimos al jardín a tomar sol, algunos juegan, otros simplemente nos quedamos sentados. Cada fin de mes nos llevan a las afueras de la ciudad a ver el campo. Cada fin de semana pasamos entrevistas con el siquiatra. A veces viene un hombre bonachón con su guitarra y nos toca lo que le pidamos. También vienen en la semana estudiantes de medicina y nos hacen preguntas. Creo que eso es todo. Espero que eso responda tu pregunta.
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